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Terapias, Neurociencia y Felicidad Socrática

Actualizado: 19 ene


La inmensa mayoría de las personas, por no decir todas, buscan eso que se llama felicidad. Definir la felicidad es un problema que ha resultado sumamente difícil, y aún no se ha logrado una definición unánime. Tampoco es esperable que se llegue a un consenso universal al respecto.


Es que la felicidad es un problema, una cuestión, un interrogante, un aspecto de la vida humana que está más allá de toda cuantificación, de toda medición, de toda simple descripción y acción empírica.


Sí, es verdad, están ahora en auge las neurociencias, las terapias cognitivo-conductuales, etc., que brindan muy importantes y necesarios aportes sobre esa dimensión observable de los aspectos neuro fisicoquímicos; hay estudios interesantísimos sobre el delicado equilibrio químico del cerebro y sus moléculas, como la dopamina y la serotonina, y los efectos que esto tiene sobre los estados de ánimo.


Al mismo tiempo los resultados de esas investigaciones empíricas permiten proponer tratamientos psicológicos, cognitivos, conductuales, psiquiátricos, con resultados observables, resultadistas, utilitarios. Son necesarios, no debiéramos prescindir de ellos. La cuestión es que eso es solo la punta del iceberg de la compleja realidad de la existencia humana que se resiste a ser reducida a una simple cuantificación, a mera estadística, a mero dato, número y resultado.


Claro, necesitamos más que solo tomar una pastilla, necesitamos más que simplemente trabajar sobre los estímulos positivos, más que solo actuar sobre los hábitos. Necesitamos algo más que solo lograr ser exitosos en nuestra profesión, que solo lograr un objetivo que nos hayamos propuesto.


Hay algo que la ciencia y sus intervenciones terapéuticas no pueden brindar con todo su conocimiento. O sea, la ciencia y sus terapias, mediante la mera comprensión empírica de lo que es, no pueden indicar lo que debería ser la vida humana tanto individual como social. La felicidad no puede, ni debería, ser una felicidad química. Eso, a la larga, si solo se queda ahí, lleva al precipicio.


Einstein sostuvo algo parecido, en una de sus conferencias sobre ciencia y religión, que están recopiladas en un libro llamado “Einstein, mis ideas y opiniones”. Cito de memoria: decía algo así como que “El conocimiento de lo que es no puede brindarnos por sí solo el conocimiento de lo que debería ser el horizonte de las acciones humanas”.


Es decir, la ciencia y toda su terapéutica tiende a hacer un reduccionismo peligroso que muchas veces lleva a considerar que, por ejemplo, la conciencia, el alma, o el espíritu, es simple y solamente lo que hace el cerebro. Se lo reduce a una mera función, un simple efecto de la materialidad de las biomoléculas cerebrales.


El peligro que nos acecha, justamente, es no tener ninguna idea propia de lo que sea la felicidad. Eso puede pasar porque simplemente adoptamos como propia una definición implícita de la cultura hegemónica anclada en el éxito, en la imagen, en el consumo de bienes y servicios, en el consumo de experiencia efímeras que luego reclaman más y más experiencias similares, etc.; o también puede pasar porque no tenemos ninguna idea propia ni heredada por el significante cultural y que simplemente nos ponemos acríticamente en manos de la ciencia, como roedores de laboratorio, a merced de burócratas de la ciencia médica, expertos en inducir el estado de felicidad química y conductista con sus estrategias terapéuticas.


En definitiva, toda intervención respecto a la felicidad que se quede solo en lo medible, describible, cuantificable es una intervención de forma, pero no de fondo.


Deberemos explorar la cuestión de fondo, los aspectos cualitativos, metafísicos. Este es el problema del sentido que se encuentra en la pregunta ¿qué es la felicidad? La respuesta no es unívoca. Y es que la misma es un acto de creación, cada uno deberá dar su propia respuesta. Así como lo hizo Sócrates.


Claro que Sócrates sostuvo la universalidad de los conceptos, la univocidad de las definiciones; conceptos que remiten a definiciones y que serían expresión fiel de la realidad de las cosas. Antes sostuve que no es posible tal universalidad y univocidad. Lo que interesa es considerar la respuesta ensayada por el maestro de Platón.


¿Te has puesto a pensar alguna vez, de manera seria y prolongada qué es la felicidad?


Esta es una pregunta muy seria, porque de la respuesta, o de la ausencia de ella depende nuestro bienestar, nuestro buen vivir y el sentimiento de estar a gusto, satisfechos, plenos con nosotros mismos y con todo lo que nos rodea en nuestra vida cotidiana. Nuestra felicidad depende profundamente de la calidad de la respuesta que podamos dar. Las pastillas, las técnicas cognitivos conductuales, etc., serán solamente un paliativo, unas muletas que usamos mientras aprendemos a caminar de verdad.


La respuesta de Sócrates, hasta donde puedo reconstruir, dado que no dejó obra escrita y lo que sabemos nos llega principalmente por su discípulo Platón, aunque también por otro llamado Jenofonte, tiene varios elementos:


En primer lugar, la felicidad está relacionada íntimamente con un vivir virtuoso. Ese vivir virtuoso implica una conducta habitual, lograda por voluntad, con método y constancia, orientada hacia el Bien (con mayúscula). Para eso, Sócrates consideraba que había que alcanzar un conocimiento sobre lo que es el Bien, y que eso se lograba mediante la reflexión racional, a través de los ojos de la razón. El Bien era, en este sentido, el concepto que reúne, la unidad de todas las virtudes. Por ejemplo: valentía, honor, prudencia, honestidad, solidaridad, etc. Todas ellas son diferentes entre sí, pero hay algo en común, su esencia, que hace que digamos de todas ellas, que son virtudes. Esa esencia es el Bien.


Además, ya que la felicidad está dirigida por un conocimiento que nos permite orientar el sentido de todas nuestras acciones concretas en la vida, o sea, el conocimiento del Bien, que es algo inmaterial, solo alcanzable por la razón, la felicidad no puede ser algo relacionado con las necesidades o deseos del cuerpo. No puede consistir en la aspiración de bienes materiales. Toda búsqueda de la felicidad que esté relacionada con el cuerpo o con la posesión de bienes materiales, incluso de éxito social, etc., es peligroso, porque nos hace depender de muchas variables externas de las que rara vez tenemos buen control.


Por otro lado, en la actualidad, desconocemos muchos de los efectos colaterales de las pastillas (la industria farmacéutica sí que las conoce, pero sigue adelante con su negocio), y al mismo tiempo sí que conocemos que, a la larga, nuestra felicidad no depende de terapias neuro, que no es otra cosa que la psicología conductista de Skinner y Pávlov refinada y vendida por las nuevas estrategias publicitarias del mercado global.


La felicidad dependerá, para Sócrates, de la conducta virtuosa (orientada hacia el bien tanto individual como comunitario) dirigida por la voluntad y guiada por el conocimiento racional para lograr dominarnos a nosotros mismos, en vez de ser dominados por nuestras inclinaciones e influencias externas. En definitiva, la felicidad se alcanzará cuando logremos la ausencia de necesidades o dolores tanto corporales como espirituales.


Esa ausencia de necesidades viene del autodominio, que es sabiduría puesta en práctica. Y quien posee sabiduría sabe cómo conducirse tanto en la precariedad como en la abundancia. Se sobrepone y trasciende las circunstancias materiales y externas.


En conclusión, la felicidad es poder llevar una vida virtuosa; no hay vida virtuosa sin conocimiento de uno mismo ni sin conocimiento riguroso y conceptual sobre lo que sea la felicidad; hay unidad entre ser y pensar. Lo que sea que pensemos, consciente o inconscientemente, determina las acciones que nos llevarán a un círculo virtuoso entre conocimiento del bien y una vida conforme al bien. O por el contrario, nos pueden llevar a un círculo vicioso entre ignorancia del bien y una vida en ausencia del bien, es decir, una vida mal vivida.


Te invito a quedarte pensando ¿Qué es la felicidad para vos?, sabiendo que es una pregunta tremendamente seria, de cuya respuesta depende profundamente la calidad de vida que desarrolles de ahora en adelante.


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