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Revueltas populares y sociales: una interpretación filosófico política.

  • Foto del escritor: Prof. Cristian Giambrone
    Prof. Cristian Giambrone
  • 16 sept
  • 4 Min. de lectura
Un manifestante, con chaleco antibalas y un escudo arrebatado a un policía, grita consignas en la Singha Durbar, sede de los ministerios y oficinas del gobierno de Nepal, durante una protesta contra la prohibición de las redes sociales y la corrupción en Katmandú, Nepal, el martes 9 de septiembre de 2025. (Foto AP/Niranjan Shrestha)
Un manifestante, con chaleco antibalas y un escudo arrebatado a un policía, grita consignas en la Singha Durbar, sede de los ministerios y oficinas del gobierno de Nepal, durante una protesta contra la prohibición de las redes sociales y la corrupción en Katmandú, Nepal, el martes 9 de septiembre de 2025. (Foto AP/Niranjan Shrestha)

Con Michel Foucault hemos aprendido que donde hay poder siempre hay resistencia; que el poder no se posee, sino que se ejerce o lo ejercen otros; que la naturaleza del poder es una relación de fuerzas dinámica, inquieta, siempre inestable, aunque a veces pueda parecer que alguien o algo lo posea sin fisuras. Pero el hecho es que siempre, tarde o temprano, aparecen las grietas y los puntos de fuga (estallidos, revueltas y rebeliones sociales).


Hannah Arendt nos ha enseñado que el poder es siempre político, que lo político es siempre el ámbito donde las personas o individuos no meramente viven bajo relaciones económicas auto-interesadas sino que actúan en común, y que por lo tanto, el poder, aparece cuando se está junto a otros, se actúa de acuerdo con otros y se habla entre sí. Es decir, «el poder persiste mientras las personas actúan en común; desaparece cuando se dispersan» dedicándose solo a comerciar y a hacer negocios.


Finalmente, con Enrique Dussel, quien lo sigue a Francisco Suarez, conocimos que los pueblos son el principio y fin, la fuente y razón de toda institucionalidad política. La ley es para el pueblo y no el pueblo para la ley.


¿Para qué digo todo esto?


Para poder explicar, aunque sea someramente, el estallido de revueltas sociales que se han venido sucediendo en los últimos años en países asiáticos como Sri Lanka, Bangladesh, y recientemente Nepal. Pero también, en este primer cuarto de siglo en Latinoamérica, por ejemplo, en Argentina, Chile, Bolivia, Colombia, Perú.


Estos movimientos pueden interpretarse como expresiones concretas de la periferia global resistiendo las prácticas de dominación de las potencias occidentales y exigiendo su liberación. Por esto sinteticé en cápsulas las ideas sobre poder y política de Foucault, Arendt y Dussel.


Es particularmente importante el pensamiento político de Dussel, porque se ocupa principalmente de las regiones periféricas (como Asia del sur, y Latinoamérica; por supuesto también África) y su relación dialéctica amo-esclavo con los países del centro, como él los llama (el Occidente europeo-norteamericano con sus potencias neocolonialistas e imperialistas).


El filósofo de la liberación sostiene que la modernidad europea construyó una ontología que excluye al "Otro" (los pueblos no europeos o periféricos) del ámbito de lo humano y lo político. Se pensó a sí misma a la manera lógica de Parménides y su principio de identidad: «el ser es, el no-ser no es». Geopolíticamente hablando: «el centro (Europa y Norteamérica) es, la periferia (el sur global) no-es». Para occidente, y para quien aspire a ser occidental, modernizarse y globalizarse equivales ser, no hacerlo equivale a no-ser.


Aquella, se impuso como la ideología de la totalidad, una totalidad geopolítica de racionalidad instrumental, eurocéntrica, aria, racista, machista, extractivista, imperialista. Comienza con el secuestro de la filosofía griega, sigue por la pretensión de universalidad y termina en la “centralidad” mundial de Europa occidental y su apéndice, EE.UU. En la mentalidad europeo-norteamericana, todo lo que esté por fuera de la totalidad que occidente propone (el imperativo de modernización) debe ser eliminado.


En ese contexto, estas revueltas que se vuelven cada vez más frecuentes (o al menos nos enteramos cada vez más de ellas) son, por tanto, una reafirmación de la humanidad y una acción política de los excluidos, lo que Dussel llama la "praxis de liberación".


Dussel argumenta que la filosofía occidental ha legitimado la dominación a través de la creación del "mito de la modernidad", que justifica la explotación del Otro.

Esa explotación se consolida mediante una dinámica en la que los países del sur global, con frecuencia envían a sus elites políticas a estudiar en las metrópolis extrajeras y ser educadas en las tradiciones e ideologías occidentales, comprometiéndose así históricamente con las agendas globalistas, internalizando esta ontología (filosofía del ser occidental, frente al no-ser de los países o regiones no-occidentales.).

En Argentina los llamamos cipayos*.


Por otro lado, Dussel sostiene que la liberación debe venir desde abajo, desde el pueblo, es decir, desde el bloque de los históricamente oprimidos (por ejemplo, las nuevas generaciones, los trabajadores y trabajadoras, campesinos, autónomos) y excluidos (por ejemplo, marginalizados, las mujeres, los pueblos indígenas, las disidencias sexuales).


En las revueltas de Sri Lanka, Bangladesh, y Nepal los jóvenes fueron actores clave. Esto va en la línea con la idea dusseliana de que los oprimidos, al tomar conciencia de su situación, pueden iniciar procesos de cambio radicales.


Sin embargo, en estos casos, no se debe pecar de ingenuidad, porque siempre existen claros riesgos de cooptación por parte de nuevas elites, intereses extranjeros o ambos a la vez. Sin embargo, una cosa debe tenerse en claro: las revueltas, estallidos sociales, los estados de rebelión populares, no son eventos aislados y arbitrarios, sino que son expresiones de un fenómeno global donde la periferia está demandando acciones políticas y reconocimiento de derechos. Hay que entender estos movimientos no como caos, sino como luchas legítimas por la humanidad y dignidad de los excluidos.


Estas revueltas son actos de "liberación ana-dialéctica" (que supera el mero enfrentamiento dialéctico de amo-esclavo) donde el Otro se afirma a sí mismo frente a un sistema que lo niega y expulsa. El desafío ahora es que estos países y regiones puedan traducir esta energía revolucionaria en un nuevo orden político verdaderamente liberador, inclusivo, democrático, soberano, próspero y de autodeterminación de los pueblos.


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* Un cipayo era, históricamente, un soldado nativo (principalmente indio) que servía en los ejércitos coloniales de potencias europeas como Francia, Portugal y Gran Bretaña en los siglos XVIII y XIX. En la actualidad sirve para referirse a cualquier persona que, a cambio de un dinero o beneficio, sirve los intereses de una potencia extranjera en detrimento de los de su propio país. Por ejemplo, Milei y todo su equipo económico, todos ex-empleados de JP Morgan.

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