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Los ojos en la frente

  • Foto del escritor: Prof. Gerardo Tozzi
    Prof. Gerardo Tozzi
  • 6 oct
  • 5 Min. de lectura
Diagrama comparativo del campo de visión binocular (los ojos en la frente) y monocular entre un depredador con ojos frontales para profundidad y una presa con ojos laterales para amplio rango de detección de amenazas.

Estaba Dios viajando por sus universos, en sus tiempos que son todo el tiempo. Se dedicó a visitar a las criaturas que a su imagen y semejanza habían evolucionado y vivían haciendo uso de su libre albedrío, aceptando sus consecuencias.

 

Dios disfrutaba de esos universos, galaxias y planetas que tenían borbotones de seres meta-vivientes, hiper-vivientes, tan super-mamíferos como hiper-sexuados, que habían abandonado su libertad negativa de usar los ojos en la frente para ubicar a su presas y cazar victimas por deporte. Dios veía cómo esos ojos en la frente por elección, se usaban para crear, aceptar, amar, organizar, llorar, reír y morir, devolviendo el cuerpo a la tierra y su espíritu al encuentro con él.

 

Dios pasaba una temporada en esos mundos y amaba a sus hijos con una voluntad propia de él. En eso andaba Dios, cuando lo requirió un ángel de la guarda -jefe de muchos- que estaba siempre llamándolo, nunca dejaba de ser alarmista y parecía que lo urgente era su propia esencia. Durante mucho tiempo Dios le contestó con evasivas y a veces con firmeza lo exhortaba a hacer su trabajo y no acudir a él por falsas alarmas.

 

Finalmente, Dios, que no deja de escuchar, le preguntó al ángel dónde estaba y le aseguró que para su tranquilidad, iría a verlo personalmente.

 

El ángel no podía creer que Dios lo visitara. Estaba tan acostumbrado a que Dios le pidiera hacer su trabajo, que al principio no le creyó.

 

Un día, el ángel que vivía en el extremo sur del occidente del tercer planeta interior del sistema solar, estaba caminando con un grupo de miserables hacia al velatorio de un niño asesinado en una balacera entre narcos y policías, cuando notó que miembros de la familia del narco detenido estaban golpeando ferozmente al padre del niño que clamaba justicia. Vio cómo un hombre adulto se cruzaba en la gresca y cómo terminaba más golpeado que la propia víctima.

 

En su desesperación y con vergüenza de su hastío de vivir recurrentemente estas situaciones, decidió ir en ayuda del hombre; y mientras lo ayudaba a recomponerse, Dios le preguntó: "¿Qué está pasando aquí, César?".

 

El ángel, que se llamaba César, no podía creer la presencia de Dios. Y después de unos segundos de estupor, dijo: "Señor, viniste, te pido disculpas por la insistencia. Espero me perdones por no poder hacer mi trabajo, pero necesito que veas por ti mismo esta parte de la creación. Sólo tú puedes saber qué hacer. Yo estoy, no sólo desbordado, sino sorprendido y superado por estos seres. Temo por ellos y temo por todos los seres de la creación. Aquí las cosas no están bien". Y después se quebró en llanto.


Dios vio un ángel angustiado de tal manera que entendió que entre su experiencia de hombre golpeado y su ángel quebrado, este lugar merecía atención.

Dios se quedó pensando y le dijo a César: "Dame un rasgo de estos seres que justifique tu pesar y preocupación", César bajó la vista y se quedó en silencio. Dios insistió, tuvo que elevar la voz y ser muy firme. César, cayó de rodillas y balbuceó: "Los ojos en la frente, Señor". Dios escuchó perfectamente, pero pensó que César estaba más afligido que de costumbre, y le pidió que repitiera su frase. Y César sin dudar, dijo: "¡Los ojos en la frente, Señor!"

 

Dios quedó pensativo, y creyó darse cuenta de lo que César sabía por experiencia. Y sin dudar, dijo: "¡Llama a tus hermanos y nos reuniremos todos ahora!".


Dios vio una cantidad de ángeles demasiado elevada para esta parte de la creación. Los ángeles miraban a César con vergüenza y con agradecimiento, y todavía no podían entender cómo Dios estaba allí. Se debatían entre el infinito amor de Dios, más presente que nunca, y la propia culpa por no cumplir con su trabajo en la creación.


Dios vio a sus ángeles del tercer planeta en el extremo sur del occidente del mismo, y notó que sus rostros brillaban menos, y sus espectros parecían tener las espaldas encorvadas.

 

Dios, les dijo:  "Amados míos, como padre y creador les pido que no estén mal, yo estoy aquí con ustedes y los amo desde siempre y para siempre, pero también les pregunto: ¿Qué pasa aquí?


Nadie contestó, todos permanecían con la cabeza baja y de rodillas, pero muchos miraban a César y parecía que le dijeran: ¿le dijiste César? ¿le dijiste César?

Dios insistió: "Amados ángeles: ¿Qué pasa aquí? Finalmente, Dios dijo: "Para que pueda entender qué pasa aquí, todos díganme a la vez un solo rasgo de estos seres."

Los ángeles esperaron unos segundos y al unísono y en un tono que todos los seres y la creación misma escucharon, dijeron:

- ¡Los ojos en la frente, Señor!


Dios abrazó a sus ángeles y los cubrió con un viento de amor filial que contuvo a semejantes seres angustiados, y les dijo: "Amados, ya entendí. Sólo usan los ojos en la frente para enfocar sus presas. Matan, roban, mienten, asesinan, siguen ideologías genocidas, quieren todo y más. Niegan la creación y faltan al tiempo y al espacio, desprecian a los viejos, golpean a las mujeres, le roban la infancia a los niños, y pervierten a los jóvenes. Han quedado en lo peor de la adolescencia de la creación, son depredadores de todo contrato moral y han hecho de la libertad negativa el décimo primer mandamiento, y el único."

 

Después, les pidió: "Quiero que me digan desde su espíritu divino, que me equivoco."  Se produjo un silencio espeluznante, Dios exigió: "Quiero que me digan que me equivoco, y que estos seres tienen la esperanza de poner los ojos al costado."  

El silencio se hizo más profundo. Desde sus corazones, los Ángeles querían decir: "Sí, te equivocas, Señor, te equivocas." Pero el mandamiento de no mentir los encajonaba en el silencio.

 

Dios dijo: "Pero, ¿no hay seres con ojos al costado en este lugar? César se apresuró a decir para suerte de sus hermanos: "Sí Señor, pero son victimas y si no mueren, se convierten en fieras."

 

El Señor, entonces, aseguró: "Yo no he creado mamíferos normales para que sólo tengan ojos en la frente. Hasta los leones cuidan sus hijos y tienen afectos, y sólo cazan por necesidad. ¿Qué pasó aquí que los super-mamíferos no usan los ojos en la frente más que para cazar, matar y hacer sufrir? Acaso -dijo Dios-, ¿no me vieron morir y sufrir en la cruz? ¿No les dije que siguieran el camino de la pobreza, de la humildad y de la mansedumbre, y que dándole al César lo que es del César, serían libres? César, ¿Qué pasó aquí?"

 

César se acercó al Señor y dijo: "Señor, aquí los super-mamíferos tienen tanto miedo a la muerte como amor por las cosas. Tú has muerto para ellos. Por eso, ellos no temen matar."

 

El Señor se quedó otra vez pensativo. Luego se levantó de la cumbre y les dijo: "Amados míos, un padre no puede dar a sus hijos semejante tarea, no pueden ser ángeles de la guarda de aquellos que sólo tienen ojos en la frente para matar mi creación por las cosas que no le pertenecen, ya que mi creación no es de ellos. Es producto de mi amor y yo se las ofrecí para que la usen como quieran, pero si la usan así, ustedes no deben guardarla.

 

Vayan hijos míos, otros seres esperan su guarda. A partir de hoy, este lugar no tendrá Ángeles de la guarda ni Dios, y todos serán liberados de nuestra presencia. "¡Yo no juego a los dados. Y si no hay ángeles de la guarda, les obsequio su guarida!".

 

Y Dios partió. Los seres de ojos en la frente vivieron un tiempo más hasta que el último murió sólo, sin otros de su especie y sin Dios ni Ángeles. Desde ese momento, el extremo sur del occidente del tercer planeta es un desierto de vida que nadie quiere transitar, y Dios le pidió a César que lo relatara en un libro al que llamó el "Quinto Evangelio según César": La tierra de los ojos en la frente o el lugar de donde Dios se marchó. 

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