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Libertad sin Responsabilidad ni Consecuencias

Bandera ondeando
Bandera de la República Argentina

La Argentina; nave de carga, El octavo pasajero.

Viajamos infectados y sin culpa, responsabilidad ni consecuencias, hemos infectado a todos en el presente y en el futuro.

En cada uno reventará el pecho y la bestia saldrá mas fuerte que nunca, la masa de infectados festejará la pandemia y sus nombres, siempre serán, corrupción, violencia y cobardía.


*Por: Prof. Gerardo Tozzi


Les ofrezco la libertad sin responsabilidad ni consecuencias.

Artemisa a Temístocles antes de la batalla de Salamina en las Guerras Greco-Persas.


Qué pobreza la que nos inunda en cada tiempo y lugar en esta tierra. Un manto de distopía nos arrasó y nos arrasa en los tiempos actuales. Pero esta distopía es fruto de la la anomia en el caso de que nos apliquemos a las ciencias sociales. Esta anomia adquirida desde el imprinting cultural con los beneficios de la corrupción blanca, se ha adquirido ya en todos los estamentos sociales. Y entonces la libertad en la anomia es la libertad sin responsabilidad ni consecuencias.


Pero esta falacia ya aplicada como verdad por las generaciones de inmaduros funcionales, los convence de que están extendiendo derechos, educando ciudadanos e incluyendo a la matriz productiva.


Tremenda distorsión lógica, un sujeto anómico educado en la anomia y en la inmadurez funcional para que el trabajo genuino los considere productivos. El resultado es ineluctable, exclusión por in-empleables y subsidiados por innecesarios.


Parece que la lógica nos indica que entregarnos al gobierno extranjero sin culpa con el objetivo de evitarnos la compleja obligación de crecer, quedando eternamente inmaduros con la libertades del adolescente y sin responsabilidades ni consecuencias, es el camino más pragmático que podemos tomar.


Pero cuando nos resistimos a dejar de ser país, en una épica melancólica de patria, ciudadanía y tierra, nos despierta la dominguera muerte prematura de un adolescente que a contramano de la naturaleza mamífera de la vida es muerto, velado y enterrado con indiferencia y naturalidad, y entonces emigrar o entregarnos al imperio de turno es la puerta de salida de semejante distopía de fin de semana.


La ausencia y desobediencia de las normas es un ecocidio de recurrencias programadas, con políticos que solo intentan gestionar el miedo, de allí que para los que somos viejos pero no obsoletos, esta sociedad y este país se tornan inviables por su propio accionar, demente, claramente demente.


Y en el medio de este proceso anómico distópico se nombra y se renombra la democracia como instrumento reparador. La reparación de un placebo que nos acerca a la muerte patética de sufrimiento sin sentido.


Esta democracia delegativa, con la falacia de que el que gana hace lo que quiere en nombre de la mayoría, nos ha enviado al subdesarrollo como nunca antes hemos ido, pero en el viaje se llevó puesta la república y asesinó al ciudadano dando paso al fanático como protagonista de la política asociada al poder como el peor error de similitud.


Y cuando nos arrasa la crisis y perdemos la humanidad, entonces nos justificamos con el segundo error, el de la indulgencia, y nos perdonamos de todo y a todos diciendo que todos somos culpables y nos comprometemos con el futuro como eje salvador que impide el juicio terrenal y nos lleva a un nuevo ciclo de miseria moral.


Por eso todos los días son un día de viejas y vigentes simulaciones, un pueblo juega un juego en el cual las oligarquías con buenos o malos modos y los mismos tratos de aberrantes y torpes de siempre, mientras miente y gestiona el miedo se prepara para un nuevo ciclo de enriquecimiento de la misma, políticos, curas, sindicalistas y empresarios, ahora confundidos con narcos y policías, abogados de escaso intelecto y todavía menos moral, desarrollan el empobrecimiento de los pobres, más nuevos pobres y muerte y narco de viejos y jóvenes.


Por eso, ser ciudadano y adulto, es una contradicción que solo se puede resolver de dos maneras: o se paga el precio de vivir y morir firme y digno y seguramente solo, o se opta por declararse eunuco político y aceptar que no hay destino, porque el futuro orweliano nos educa en la neo-lengua como elixir aditivo por excelencia, o nos desprendemos de los abogados integrantes de la oligarquía, política, sindical, empresarial, de las mafias estatales y policiales, de narcos y proxenetas, más los de curas pedófilos, de pedófilos y violadores, y les exigimos que declaren a los cuatro vientos que no matarán, no robarán y no mentirán, o que no tendrán lugar en una república democrática, donde ser ciudadano de alta intensidad es la base de este sistema, y la defensa del futuro donde se construye el destino como futuro.


Porque no hay ciudadanía sin adultez, pero siempre habrá habitantes donde impera la puerilidad.

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