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El peluquero hizo el centro y el profesor convirtió el gol.

  • Foto del escritor: Prof. Gerardo Tozzi
    Prof. Gerardo Tozzi
  • 26 sept
  • 4 Min. de lectura
El peluquero hizo el centro y el profesor convirtió el gol.
El cabezazo de Christian Gray para el empate de Auckland City contra Boca en el Mundial de Clubes

En el año 2025 el equipo de Auckland City semiprofesional jugo el mundial de Futbol de clubes, si bien perdió todos sus encuentros y empató con el club Boca Juniors, su composición de atletas semiprofesionales fue bastardeada por el periodismo argento que no tuvo problema en ridiculizar su desempeño hasta que se encontró que el club argentino que hacía gala de su hiper-profesionalismo y empató porque un peluquero hizo el centro y el profesor convirtió el gol.


La historia no tiene leyes, pero si recurrencias.


“Argentina: un país de hecho donde el derecho a ser exigido ha sido plenamente vulnerado”.

“En honor a todos los deportistas y atletas amateur que estudian/trabajan y entrenan y compiten por que han recibido el derecho a ser exigidos y son mejores personas”.

“Porque los atletas aspiramos a semidioses y no víctimas”.


Si analizamos con un poco de detalle la autopercepción de los argentinos en sus ficciones orientadoras, observamos con poco asombro que se desplazan convenientemente de VÍCTIMAS A SEMIDIOSES Y DE SEMIDIOSES A VÍCTIMAS, en un ambiente de corrupción gris e ignorancia voluntaria.


Todo indica que, acobardados por el recuerdo espantoso de la última dictadura, ahora convenientemente extendida a los civiles, han desarrollado un fascismo físicamente cobarde que perpetúa la desigualdad sin más conflicto que la diatriba discursiva y la peligrosidad de barras bravas y motochorros.


Cancelar y mofarse del peluquero y denostar al profesor, es el arte de los argentos. Porque víctimas y/o semidioses no necesitan a nadie que tire el centro y menos que un profesor hambriento haga el gol.


Los argentos víctimas y/o semidioses son autosuficientes, y hacen alarde de sus fracasos románticos y patéticos, sobre todo en la capacidad de autodestruirse negando el único derecho que los puede conducir a la adultez: EL DERECHO A SER EXIGIDOS.


Más allá de los gobiernos providenciales o tutoriales que oscilan entre el escarnio y el patotaje, que prometen la seguridad de la niñez eterna, y los padres sobreprotectores que tienen terror de que sus hijos crezcan y tomen los riesgos de la adultez, ahora entonces, sin riqueza, ni desparpajo, el Estado y las corporaciones en sus múltiples instancias también proclaman como virtud el derecho a no ser exigido como renta per cápita de la acumulación de pobreza y de votos que la consoliden.


Si antes un dólar era un voto, ahora no acceder al derecho a ser exigido es literalmente millones de votos. Entonces solo queda en este universo bizarro el darle crédito y creencia a la metafísica del talento. El verdadero si existe o el propuesto como talento, exitoso y políticamente correcto que pasa a ser la medida de todas las cosas.


Por eso el peluquero que tiró el centro carente del concepto bizarro y falaz de talento, no tiene valor y el profesor que hizo el gol menos todavía. Quizás porque los dos son la denuncia vívida, observable, explicita y como puñalada al corazón de las falacias del universo líquido, que en los países donde el derecho a ser exigido se ejerce, el mismo construye ciudadanía de alta intensidad.


Ahí se observan sociedades donde el peluquero existe como talento y el profesor hace el gol como final de una ciudad estado democrática y libre. Porque surge de aceptar que sujetos exigidos, aceptan la realidad como transitable y contingente, como incierta y fatal, como modificable y deseable.


El peluquero nunca se propuso exculparse del 11 a cero con el Bayer Múnich, pero siempre aspiró y trabajó para ser por 90 minutos el semidios que el deporte griego nos enseñó. El Profesor nunca se propuso explicarles a sus alumnos que la culpa de su resultado fue que no eran profesionales, si no que aplicó a su condición de semidios temporal cuando hizo el gol y sin solución de continuidad se volvió a dar clases, y los alumnos se inspiraron como quienes pueden ser exigidos.


Así vivimos, sin derecho a ser exigidos, por eso somos los homo videns, atletas del aplauso asincrónico del talento promovido, de la ignorancia voluntaria y la descalificación del esfuerzo y de los resultados de la no exigencia.


Pero seamos más concretos, quien y quienes deben y tienen la obligación moral del deber de exigir, quizá si tuviéramos el más mínimo sentido común y la necesidad de sobrevivir dignamente, los profesores, los progenitores, los religiosos y los políticos deberían abandonar la complicidad adultecente y ejercer el rol de adultos, para que los sujetos exigibles de edad impresionable, tengan derecho a ser exigidos.


De modo que los exigiremos tanto para que elijan la libertad con consecuencias y con responsabilidad. De modo que el derecho a ser exigidos es el origen de la democracia occidental.


Para acceder a la libertad, con criterio de realidad con consecuencias y responsabilidad, tendrán que dar una formidable y subversiva respuesta.


Reinstalar el derecho a ser exigidos.


Y quizás el peluquero tire el centro y el profesor haga el gol y los alumnos, quieran ser

semidioses por un momento, resultado de que los exigieron.


Gerardo Oscar Tozzi.

Prof. De Educación Física. (producto de los centros)

Sexto Campeonato del Mundo de karate. Australia 1986. (plagado de centros) 4tos de final. (el gol).

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