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Digitalización de la Vida, Biopolítica y Mercantilismo

Actualizado: 19 ene



Digitalización de la vida.


Así como se digitaliza la economía, haciendo pasar a un segundo plano a la materialidad y su proceso de valorización por la fuerza de trabajo en favor de la financiarización especulativa donde se genera dinero con el dinero, bajo la misma lógica se digitaliza la vida, dejando en un segundo plano su naturaleza material y orgánica, desdibujando las antiguas distinciones entre physis y techné, es decir, entre naturaleza (en el sentido amplio griego, lo orgánico y lo inorgánico) y técnica, o sea, lo artificial, lo intervenido por la mano del hombre.


En esta línea, en la actualidad, los procesos biológicos se han vuelto programables (desde la propia vida humana en su estado embrionario, hasta los vegetales mega industrializados modificados genéticamente) a partir del procesamiento de la información sobre la vida y su almacenamiento digital desde una lógica que no se diferencia demasiado del resto de la tecnología informática.


Esas dinámicas de construcción y circulación de estos nuevos saberes dan lugar a un nuevo y masivo contexto de comprensión humana y global mediado por discursos nuevos que construyen y viralizan nuevas cosmovisiones en millones de personas. Discursos que son al mismo tiempo mediáticos, científicos y artísticos. Y claro, dan lugar y habilitan la posibilidad de comenzar a pensar en lo trans y lo posthumano.


Pero como todo, esto es el resultado de un proceso que establece el paso de la concepción mecánica de lo humano a la concepción digital.


Descartes quizá sea un parteaguas, un punto de ruptura en la cosmovisión antropológica al consolidar una concepción mecanicista de lo humano, al menos del cuerpo humano, lo que él llamó res extensa, fuertemente influenciado por el clima de su época y los pensamientos de grandes científicos como Copérnico, Galileo, Kepler, Newton.

En su segunda meditación metafísica dice:


"El primer pensamiento que me vino a la mente fue que yo tenía un rostro, manos, brazos y toda la estructura mecánica de los miembros que se puede ver en un cadáver y que llamé <<el cuerpo>>”


Habla de estructura mecánica, explícitamente, y comienza a describir lo humano en comparación con máquinas hidráulicas, relojes y autómatas.


Incluso, en el siglo XVII, contemporáneo a Descartes, Giorgio Baglivi, en un texto llamado “De praxis médica”, describe al cuerpo humano “como una gran máquina compuesta por otros pequeños artefactos: los dientes se comparan con tijeras, el estómago con una botella, el pulso con un reloj y el sistema cardiovascular con una bomba hidráulica”.


Pero también, recordemos, hay una proliferación del análisis de cadáveres a través de la disección de los cuerpos. Todo apunta a un objetivo, a un horizonte, de impronta fáustica: una impronta que apunta a superar los propios límites manipulando información genética y “creando vida en los laboratorios”.


Más tarde, mientras esta cosmovisión antropológica se profundiza con el correr de los próximos casi tres siglos, llegamos a un siglo XXI donde pierde importancia el orden mecánico y las leyes físicas de Newton y cobra mayor relevancia la construcción de un nuevo paradigma de conocimiento científico que establecerá nuevos fundamentos basados en el fuerte concepto de “código”.


Ya el siglo XX preparaba este suelo a partir de un descubrimiento fundamental: la estructura de la molécula de ADN. Parece ahora, por lo tanto, que la vida es reducida a mera información codificada en un soporte bioquímico, almacenada en los tejidos orgánicos y transferida de una generación a otra.


¿Qué es la vida, entonces, según este paradigma cientificista?


Es algo así como un programa comandado por un centro de informaciones. Sibilia sostiene, "El hombre postorgánico", que “En la tecnociencia de inspiración fáustica, la naturaleza ya no se descompone y recrea según el régimen mecánico-geométrico, sino de acuerdo con el modelo informático-molecular”.


Con estos avances comienza a suceder algo curioso: en el mundo volátil del software, de la inteligencia artificial y la comunicación instantánea de internet, la carne comienza a molestar y empieza a ser considerado como un obstáculo a ser superado, dice Sibilia, “para que cada uno pueda sumergirse libremente en el ciberespacio y vivenciar el catálogo completo de sus potencialidades.” ¿No les hace pensar esto en el Metaverso de Mark Zuckerberg?


Es entonces aquí y ahora, en la contemporaneidad, donde gracias a estos derroteros fáusticos, surgen nuevos saberes, placeres y poderes desde los que es posible concebir nuevas configuraciones de cuerpos y subjetividades a partir de un complejo entramado entre biopolítica y oportunismo mercantilista.


Biopolítica y Necropolítica contemporánea


Esta asociación de la biopolítica (que definiré sencillamente como las políticas de administración de la vida social a nivel micro y macro, con el concurso de los últimos saberes producidos por las ciencias de lo humano [psicología, sociología, antropología, biología, medicina, etc.] y cuyo objetivo es maximizar las energías en términos de productividad y minimizarlas en términos de obediencia y disciplina), esta asociación, decía, de la biopolítica con el oportunismo mercantilista propio del capitalismo tardío, va a dar lugar al desarrollo de la otra cara del biopoder: la necropolítica.


Y es que ¿Por qué no analizar la muerte y su gestión con la misma precisión que se analiza y gestiona lo vivo a nivel poblacional y global?


Esto quiere decir que, en este contexto contemporáneo caracterizado por una fuerte decadencia del antropocentrismo, el capitalismo avanzado reduce los cuerpos (cualquier cuerpo, humano y no humano) al mero estado de transportadores de informaciones vitales, y esas informaciones son puestas al servicio del valor financiero y su capitalización, administrando tanto la vida como la muerte. Fíjense si no se administra la muerte como gestión en los constantes conflictos armados y guerras civiles en Medio Oriente, o en Ucrania, o en África a partir de intereses geopolíticos y económicos tanto privados como estatales. Esas muertes de civiles, militares y guerrilleros entran dentro de los cálculos en sus tablas de Excel.


Lógica Mercantilista.

El capitalismo es actualmente una fuerza centrífuga que produce diferencias en beneficio de la mercantilización, potenciando la circulación global de bienes, servicios, información, pero que paradójicamente, en no pocos casos y por medio de la política, obstaculiza la libre circulación global de las personas. Esta dinámica, potenciadora y obstaculizadora al mismo tiempo, tiene una gran influencia en los tipos de interacciones entre los sujetos contemporáneos a escala global, gestando así dominios y dominaciones.


Una advertencia que no debe pasar desapercibida, justamente en este sentido, es la llamada de atención sobre el fuerte proceso de privatización de la vida, para su capitalización, donde lo vivo es tenido como potencial plusvalía.


Hoy, el verdadero capital son los bancos de datos de informaciones biogenéticas, neuronales y mediáticas sobre los individuos, las especies, y lo vivo en general, abriendo paso a un postantropocentrismo transespecie como reagrupación de todas las especies bajo el imperativo del mercado.


¿Qué alternativa tenemos?


Ante esta pregunta, me limito a sugerir la lectura de "Lo Posthumano" de Rosi Braidotti y su propuesta de un posthumanismo nómada construido sobre la base del principio del non profit como respuesta de nuevo cuño ante el postantropocentrismo transespecie motivado por el más vil sentido de oportunismo mercantilista.

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