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En torno a la idea de género

  • Foto del escritor: Prof. Cristian Giambrone
    Prof. Cristian Giambrone
  • 7 mar 2019
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 31 ene 2020


Somos, pensamos y vivimos desde un horizonte limitado, circunscrito, temporal y material; y eso no es malo, nos ubica verdaderamente en quiénes somos. Somos más y menos al mismo tiempo. Somos más y menos que otras especies animales y rotundamente menos que dioses. Esa condición de nuestro existir nos ubica en nuestras posibilidades frente a la arrogancia de la falsa omnipotencia de los deseos narcisistas y ególatras que nos llevan de las narices, surgidos como efectos de ciertos nuevos y pequeños “avances” en algún campo del conocimiento.

Quiero decir, somos también un sustrato material, en más del 90% de los casos con caracteres fenotípicos y genéticos bien definidos, y desde ahí es que pensamos, percibimos y sentimos; como seres humanos, no como otra especie viviente, no como dioses, sino como humanos.

Dentro de esta limitante, pensamos como hombre, o como mujer. Es indudable que la biología nos hace ser y pensar de unas maneras y no otras, nos condiciona y al mismo tiempo determina el horizonte, los límites del pensar. Y eso no puede ser desfavorable, de ninguna manera. Porque somos una parte limitada del todo, no el todo ilimitado.


Se dice: “el género es una construcción social”, sí, pero no ex nihilo, no desde la nada, por capricho. Que la construcción social del género sea utilizada por algún poder político, mediático o económico para establecer relaciones de poder y dominio de hombres sobre mujeres, y que al mismo tiempo las mujeres quieran, legítimamente, levantarse ante ese sometimiento, no indica que debamos promover una imaginación harto fantasiosa sobre la sexualidad o género de cada uno.

Ni puro empirismo, ni puro idealismo. O lo que es lo mismo, propongo la imaginación creativa, los objetivos ideales, el pensamiento divergente, complementado con datos empíricos.

Lo que ahora sucede en el pensamiento de un grupo (no sé si mayoritario o no, lo que sé es que se hace notar y mucho, quizá desde la presión de los medios de comunicación masiva que naturalmente captan audiencia con estos temas y hacen su negocio) es que está llevando a un nivel absurdo la imaginación de lo que somos, o sea, no somos pura construcción social subjetiva.

Para limpiar un poco de tanta maleza todo este caldo de confusiones respecto al género, creo que lo más sabio es poner el foco en los roles asignados a hombres y mujeres que generan relaciones de dominio, ahí debe estar la cuestión. Es decir, dejar en claro que hombre y mujer deben tener igualdad de derechos, en todos los ámbitos, y los roles ocupados socialmente deben ser consensuados, evitando el dominio de unos por sobre otros.

Ahora, no sé bien cómo, del cuestionamiento de los roles asignados por la construcción de la idea de género, pasamos a la idea disparatada de alentar a resolver la disforia de género en contra de los propios datos evidentes de la biología y la genética de cada uno.

Mi tesis (que habrá que probar) es que, alentar la resolución de dicha disforia en esos términos, ocasiona una escisión desfavorable en la constitución subjetiva y psicológica de cada sujeto.

Ahora bien, cada uno es dueño de hacer lo que quiera con su vida. Sin embargo, es conveniente que nuestras elecciones de vida estén orientadas racionalmente, buscando ayudas y guías convenientes para un sano desarrollo de nuestro ser.

Prestemos atención a una definición de sujeto moral que da Guariglia[1]: “un ser que se determina a sí mismo, en primer lugar, asumiendo su propia existencia fáctica como una existencia limitada que tiene que vivirse, y luego como un si mismo que debe buscar y hallar su propia identidad en su historia y en la vida compartida con otros sujetos” (2001).

Me interesa destacar principalmente lo que sigue: que, si bien un sujeto moral es alguien que se determina a sí mismo, no lo hace de manera absoluta, lo hace dentro de ciertas cotas, asumiendo su existencia fáctica, la cual es limitada. Es decir, buscar y hallar su propia identidad, la cual está enmarcada y vivenciada desde la propia historia, el vínculo con los otros en la conciencia de ser un sustrato material limitado.

De darse de esta manera, creo que colaboraríamos con una sociedad con sujetos más armónicos, reconciliados consigo mismos, evitándoles largos y tortuosos periplos por los quirófanos y clínicas en busca de tratamientos hormonales a las personas en busca y en construcción de una identidad que le permita una felicidad más plena.

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Notas:

[1] Osvaldo Guariglia es un filósofo argentino conocido por sus contribuciones al campo de la ética y de la teoría política contemporánea.


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