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7 colchonetas y 7 kilos de trotil

Militares ejerciendo terrorismo de Estado.
Imágenes del golpe militar de 1976 | Cedoc Perfil

“En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario”

                                                                                                                  *George Orwell

“Podemos perdonar fácilmente a un niño que teme a la oscuridad,

verdadera tragedia es cuando los hombres le temen a la luz”

                                                                                                                            *Platón


“Lo único que necesita el mal para triunfar en el mundo es que los buenos no hagan nada”

                                                                                                                *Edmund  Burke


“Si se ha de herir a un hombre, debe hacerse tan gravemente que no se pueda temer su venganza”

                                                                                                             *Nicolás Maquiavelo


Por: Prof. Gerardo Oscar Tozzi.


He llegado a la edad en que “conocer” va siendo sustituido por “comprender”. Escribir sobre los hechos y hacer de la memoria selectiva una aproximación histórica es el camino que elegí desde hace ya varios años.


Las citas que preceden a este ensayo fueron elegidas como reflexión de los ancestros que sabiamente explican la tragedia de la humanidad. Y ahí reside su sabiduría. Espero hacer honor a ellos y que si me leen encuentren en esta tragedia la conexión con sus explicaciones.


En agosto de 1976 el hemoclísmo (siglo XX: de la sangre) gobernaba este país periférico y suicida. A la noche oscura de violencia política y devaluación salvaje de la moneda le siguió la pesadilla de la dictadura.


Los demonios del hemoclísmo se desataron a la luz de la Guerra Fría que todo lo justificaba para unos y para otros.


En ese agujero negro de violencia ideológica que todo se devora, las vidas y la autonomía moral fueron presa de la inconciencia moral.


“Matar a la mitad del país para ser libres de la ideología opuesta era el apotegma dominante”.


La muerte, era ahora parte del ejercicio del poder. La boca del fusil, era ahora parte de la política, la única parte, era un absoluto que aplicaba para todos en cualquier momento, todos…


Aquí la verdad es la principal víctima por el suicidio periférico, que de aceptarse dejaría a la luz a las víctimas y también a los homicidas, los que escondidos en su superioridad moral cometieron los homicidios que el suicido periférico les permitió y justificó.


Transitaba mis 17 años. 1976, el primer año de la última Dictadura, habíamos sobrevivido con una ingenuidad supina a la lucha fratricida entre Montoneros y la Triple A y ahora vivíamos en la represión salvaje del gobierno de las FF.AA. y los restos de la insurgencia.


Como era de esperar en ese entonces, adolescencia sin plata. Solo libros y deporte o deporte y libros, como prefieran.


Escuela del Estado, futbol, karate, Cine de superacción, y ahí se acabó. Perdón, me olvidaba, cadete en farmacia o cualquier lugar que pudiéramos trabajar. Y a ninguno se le produjo un trauma. Así fue. A la distancia comprendo que era solo sobrevivir.


El sábado 17 de octubre de 1976 fuimos a la clase de karate del Maestro Hiroshi Oshima en el gimnasio de Básquet del Círculo Militar de la Nación. Hijos de milicos sin un peso, la clase duraba dos horas, y después nos quedábamos a jugar al básquet como excusa para entrar por izquierda en el mismo salón que a las 21hs se convertía en cine y así poder sentarnos en la primera fila que nadie usaba y ver gratis la película de turno.

Esa era la gran aventura del sábado, si salía bien sin un peso: karate, básquet y cine, eso era todo y nada a la vez.


Ese día la película fue: “Cuando el destino nos alcance” Y vaya paradoja, nos alcanzó. Su protagonista, Charlton Heston.


La clase de karate empezó a las 17 horas, el Sensei (Profesor/Maestro) nos indicó que colocáramos las colchonetas para empezar la práctica.


Eran 7, si no lo eran yo recuerdo 7 por los 7 kilos de trotil. Nosotros los de más baja graduación siempre colocábamos y desarmábamos el piso que conformaban estas colchonetas  que pesaban una tonelada.


Al terminar la clase, como correspondía a un arte marcial, los de la más baja graduación teníamos que ordenar las 7 colchonetas en el frente del salón.


Recuerdo como si fuera ayer que cuando nos disponíamos a la tarea de acomodar las colchonetas, un compañero (devenido en homicida y terrorista privado, miembro de Montoneros, e hijo del General Numa Laplane, el anterior jefe del Ejército antes del Genocida de Rafael Videla, dijo en voz alta para nuestra satisfacción :  “DEJEN LAS ACOMODO YO”.


Nadie se opuso, era un relevo de tareas que nadie podía ni quería cuestionar. En silencio saludamos y nos fuimos al vestuario.


Lo extraño a la distancia era que este sujeto era más antiguo que todos nosotros, y más grande de edad, de hecho, había venido vestido de soldado, cuando el servicio militar se hacía con 20 años.


Pero como todo adolescente que se lo libera de una tarea a nadie le importo esa paradoja...


Nos cambiamos la ropa de karate y nos pusimos la ropa de básquet, y volvimos al gimnasio, las colchonetas estaban apiladas una sobre otra en perfecto orden.


Jugamos hasta que nos echaron del salón por que debían preparar todo para el cine. Y de vuelta al vestuario a hacer tiempo como siempre.


8.50 Horas, Alejandro, uno de los principales integrantes del grupo y hasta su muerte mi mejor amigo, con el que iría a cualquier guerra si fuera necesario, dice que en los multicines de la calle Lavalle daban por 10 pesos tres películas y una era LUCHA EN EL COLISEO;  un clásico Post mortem de nuestro ídolo Bruce Lee. Juntamos monedas entre varios y nos fuimos del vestuario al cine. Era las 21 horas.


21.05hs el cine del Gimnasio estalla en mil pedazos. 7 kilos de trotil habían sido escondidos debajo de las 7 colchonetas por Numa Laplane, ocasión en que 100 personas fueron heridas por la metralla del explosivo montonero. La primera fila donde debíamos morir estaba vacía. Nosotros, rumbo al Multicine.


A la mañana siguiente nos enteramos por los medios que el gimnasio de karate del Círculo Militar había volado por el aire y ya no tenía piso. Se veía la pileta desde el agujero que produjo la explosión.


Un hemoclista fanático decidió que la insurgencia con 7 kilos de trotil, valía la vida de cada uno de los párvulos de 16/17 años, unos nadies en el concierto de la vida.

La misma dictadura atacada en su propio club de oficiales se encargo de ocultar el hecho y no darle entidad.


¿Por qué semejante conducta? quizás porque esa misma noche Numa Laplane era capturado por una fuerza de tareas del ejército y junto con su Madre fueron subidos a un Hércules C-130 y enviados de por vida a Israel con todas las seguridades de quien es un “hijo de puta”, pero un “hijo de puta” propio, como dicen los norteamericanos.

Nosotros, una chusma desconcertada seguimos a la deriva de la Dictadura y los restos de la insurgencia.


Este hecho fue devorado por la historia oficial y la no oficial, que sacrifica la verdad para adoctrinamiento de la chusma.


En el 2010, año del Bicentenario de la Patria,  el victimario devenido en victima de exilio forzoso vino a la Argentina y el estado burgués al que quería destruir le pagó 220.000 dólares como víctima del terrorismo de Estado, Terrorismo que lo exilió sin pena ni gloria mientras sin problema desaparecía a 9.000 perejiles y ponía al país en la pesadilla del siglo.


El plan denominado DISPOSICION FINAL por la Dictadura explicitaba que había una cantidad de personas irrecuperables.


Pero también era discrecional, en este caso lo fue de todas las formas posibles.


A nosotros, una casualidad adolescente nos salvó de la muerte por asesinato flagrante. No tuvimos ni un plan de Disposición Final, porque ni siquiera teníamos la posibilidad de ser declarados irrecuperables, no teníamos posibilidad de calificar porque a los 16 años nuestra única dificultad era la propia adolescencia. Y descubrir quien carajo éramos y podíamos llegar ser.


Los muertos y mutilados en el hemoclismo argentino merecen la verdad y los homicidas merecen ser registrados en la historia como lo que son, asesinos que pensaron que matar a la mitad era salvar al país.


Nosotros éramos parte de esa mitad que debía morir para salvar la patria, una casualidad nos dejó vivos. Por eso la verdad se debate entre el pedido de disculpas, nunca hecho de Numa Laplane y los que fuimos esa noche.


Cuando la chusma banalizada habla del tiempo del hemoclísmo de la Guerra Fría en nuestro país, donde la muerte era natural a la acción política, y lo dice desde su fascismo físicamente cobarde, la sub-letalidad del presente se justifica a sí misma, en ese pasado borroso letal usado a discreción por los cobardes, oportunistas y lameculos.


Si negamos la historia, esta nos alcanzará algún día y nos disparará de frente.

Y no tendremos la misma suerte que aquella infausta noche.

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